jueves, 17 de junio de 2010

miércoles, 26 de mayo de 2010

“Pensamiento y actitud del wayuu y el alijuna frente a la eventual muerte de Maleiwa”

DAYAN HERRERA BERNAL
CARRERA DE ESPAÑOL Y FILOLOGÍA CÁSICA
DEPARTAMENTO DE LINGÛÍSTICA
UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA
BOGOTÁ
2007

“Los Wayuu son una tribu de pastores que habitan la península de la Guajira en la costa norte de Colombia y Venezuela, donde viven sin tener en cuenta las fronteras. Su territorio ocupa una extensión de cerca de 15,300 Km2, de los cuales 12,000 Km2 corresponden a Colombia en el departamento de la Guajira y 3,380 Km2 pertenecen al estado de Zulia en Venezuela.” Es lo que podemos encontrar al buscar en Internet la información básica sobre quiénes son los Wayuu, pero además lo que comúnmente sabemos es que son hábiles tejedores de hamacas y mochilas y que beben chirrinchi, todo esto gracias a la popular novela “Guajira” presentada hace algunos años por el canal Caracol. Pero la realidad va más allá, los wayuu se han caracterizado por ser un pueblo que no se rinde fácilmente ante los problemas gracias a la sabiduría de sus ancestros han logrado convertir en suyo el inhóspito, fiero y misterioso mar de arena que es el desierto. Ahora que esta sabiduría no viene del hombre, son Maleiwa, padre y creador de los wayuus y otros dioses protectores como Juya, dios de la lluvia, que desde su creación (la del wayuu) le han revelado los secretos del desierto, la naturaleza, los animales, la vida en este mundo y en el de los espíritus; sin embargo parece ser que toda esta riqueza cultural se está viendo amenazada por la intrusión del hombre blanco o alijuna, como nos llaman los wayuu, lo que conlleva a la extinción de ese mágico mundo regido por Maleiwa.
La colonización por parte del alijuna ha traído consigo “el progreso” que se manifiesta en la explotación de minas de carbón, la extracción de sal, el aprovechamiento de la energía eólica y el hallazgo de gas natural, entre otros. El desierto dejó de ser para el alijuna ese lugar inhóspito, estéril y salvaje para convertirse en una nueva mina de oro. Lo triste de todo esto es que ese progreso no ha beneficiado a la comunidad wayuu, quien primero tuvo que afrontar el abandono y el olvido del estado, ahora después de tanto tiempo de vivir en condiciones más que precarias, debe verse expropiado y desalojado de sus tierras mientras otros se enriquecen con los tesoros del desierto.
La intromisión por parte del alijuna no sólo ha significado un cambio abrupto en el paisaje, sino también, en la forma de vida y las costumbres del wayuu, quien ahora ya no se siente a gusto con lo que la naturaleza le ofrece poniendo en duda su modo de vivir y las enseñanzas de sus dioses. La causa de esto es que el alijuna le ha impuesto su propio mundo: la nueva tecnología como los carros, que vienen a remplazar las largas horas de caminata en las que los wayuu aprendían a conocerse a sí mismos y a sus vecinos, y la televisión que deja a un lado el sentarse a escuchar las historias de los alaula (abuelos o tíos maternos), los avances de la ciencia como la medicina que logra que se cambien los remedios de la naturaleza por fármacos y; talvez lo más terrible de todo el dinero, que en la mente del alijuna representa el poder, llenando así el pensamiento y el corazón del wayuu de ambición, inconformismo y vergüenza por su origen. Si bien en principio los wayuu como colombianos y venezolanos tienen el derecho a acceder a todo lo que el mundo moderno les pueda ofrecer la depravación del verdadero fin para el que han surgido todos estos avances pone en peligro no sólo el pasado cultural del wayuu si no también su dignidad.
Por terrible que parezca la crisis por la que esta pasando la comunidad wayuu no es algo nuevo, en un mundo en el que prima la globalización y el dominio de la cultura occidental sobre otras, es común ver que estas pequeñas sociedades sean absorbidas y pierdan su identidad. Si bien es cierto que gran parte del problema radica en que el alijuna imponga su modus vivendi como modelo único de civilización y progreso, también es cierto que el wayuu ha ido abandonando paulatinamente sus costumbres.
Uno de los cambios más radicales se han dado frente a las creencias y prácticas religiosas, es el que muchos wayuus se han ido convertido al cristianismo siguiendo las enseñanzas de un pastor o sacerdote, olvidando así la sabiduría del ou’utshi y los mensajes de los Yolujas , buscando tras su muerte llegar al paraíso en vez de al Jepirra tradicional santuario para el espíritu de los muertos, transfigurando al Joluja, de espíritu amigo a demonio enviado por el diablo y temiendo a lo más sagrado para cualquier wayuu el sueño, vía de comunicación directa con sus dioses y antepasados, rompiendo así el más fuerte lazo con su pasado. La religión evangélica seduce al wayuu por la posibilidad de llegar a tener una alteración en las normas de mando y decisión, es decir, que las posiciones y la función social que le era propia y exclusiva de los mayores como la representación de la casta y la mediación y toma de decisiones en conflictos de toda índole ahora sería también accesible a los más jóvenes. Frente a esta encrucijada del creer o no creer en Dios o en Maleiwa la comunidad está dividida se dice que algunos de los ancianos están abrazando la nueva fe, que los adultos buscan regresar a sus orígenes en tanto que los jóvenes y niños quienes son los más afectados no están seguros de que camino seguir. La religión no es la única causa del progresivo deterioro de la cultura, otros factores como la educación que además de escasa no incluye el conocimiento propio de la comunidad, es decir está creada por alijunas para alijunas sin tomar en cuenta las necesidades y particularidades propias de un país multicultural.
El mundo del wayuu sólo podría sobrevivir y ser rescatado si tanto alijunas como wayuus ponen de su parte: el alijuna ha de aprender a respetar y ser consiente del valor que hay en las diferencias culturales, apoyando su preservación desde la academia y deponiendo la indiferencia para con nuestros compatriotas; por su parte el wayuu debe asumir que el mundo esta cambiando y le es necesario adaptarse, pero no por ello está obligado a abandonar sus costumbres ni avergonzarse de su origen.



Cristianismo: Entiéndase por cristianismo cualquier tipo de creencia con fe en Cristo.
Ou´utshi: Especie de chaman que se comunica con los espíritus de los muertos.
Yoluja: Espíritus de los muertos, pero también toda aparición sobrenatural . Extractado de: (Asombros de la tierra de los Yolujas).



BIBLIOGRAFÍA.
MEDINA Sierra Abel, Asombros de la tierra de los Yolujas. Fondo Editorial Cantos De Juyá. 1999
www.geocities.com/jayir/wayuu Vista 20 julio de 2007.

EN ESTE JARDIN


AQÍ NO HAY LIRIOS NI TULIPANES...

lunes, 24 de mayo de 2010

Diálogo de Saberes

Memorias

1er Encuentro Amazónico de Experiencias

Diálogo de saberes

Letecia, 10 al 12 de Noviembre 2008.

Editado por: Catalina Pérez

Juan Álvaro Echeverri

EN EL ENFRENTAMIENTO CON

EL BLANCO O ALIJUNA – pág: 76.

Rafael Segundo Mercado Epieyu, indígena wayúu de la zona media

Guajira. Estudiante de lingüística de la Universidad Nacional de Colombia-sede Bogotá.

Valientes y arrojados en domar sus potros, veloces como el viento en la carrera, prácticos en el manejar las armas de fuego cabalgando en sus briosísimos caballos, sufridos en la intemperie a que su vida nómade los expone siempre, perspicaces y maliciosos conocen en su territorio todas las celadas y estratagemas de la guerra y un valor heroico en el combate, son casi inconquistables por la fuerza” (LaOpinión Nacional, 1877, Nº 2473).

La Guajira ha sido escenario de grandes acontecimientos sociales, culturales, económicos y políticos que han hecho de su gente una comunidad batalladora. El wayúu ha presenciado y soportado dos tipos de enfrentamientos, el que buscaba su muerte física a través de las balas y el que pretendía acabar con sus creencias a través de la evangelización. Estos enfrentamientos, que sostuvieron los indígenas wayúu con los españoles, crearon en el viejo continente la idea de que el indio wayúu era un salvaje y un sanguinario, como aparece en la Revista Credencial Historia: el gobernador Soto de Herrera había dicho que eran

“bárbaros, ladrones cuatreros, dignos de la muerte, sin Dios, sin ley y sin rey”.1[1] Sin embargo, la valentía con que éste defendió su soberanía también despertó admiración entre los mismos conquistadores. Esta quedó registrada en los escritos del mismo virrey Pedro Messia de la Cerda: “por lo que respecta a hacer la guerra, los he visto manejar un fusil y fatigar un caballo como el mejor europeo, sin olvidar su arma nacional: la flecha; a esto le acompaña un espíritu bizarro con mucha parte de racionalidad adquirida en el inmemorial trato y comercio que han tenido con todas las naciones”.2[2]

EL CAMBIO DE CREENCIAS

Las primeras generaciones de conquistadores describieron América. Su escritura era fundacional, un discurso mediante el cual se pretendía construir, desde la palabra, la nueva identidad del colonizado y su territorio pero a partir del mundo simbólico de quien escribía.3[3]

Los cambios que ha sufrido la cultura wayúu, particularmente cada uno de sus miembros, se han debido a la introducción de algunas prácticas rituales desde la época de la colonia: el bautismo, el matrimonio junto a la prohibición de las prácticas religiosas propias. Un ritual que se ha debilitado a través del tiempo es el encierro de la niña al pasar a ser mujer, esto sucede en su primera menstruación. La pubertad de la mujer wayúu tiene un significado que vas más allá de verla encerrada, es una apertura del espíritu humano a las radiaciones de las fuerzas espirituales que sólo pueden invadir el alma humana bajo la virtud de la pureza. Cada vez que se hace el rito del encierro de la niña-mujer se actualiza el mito del tejido porque es precisamente en el encierro donde se encuentra con las fuerzas divinas de las diosas de los tejidos. El tejido es un don legado a las mujeres. Esto queda en un lenguaje pleno de significaciones para expresar cómo se forma la trama del tejido y de los colores en un lenguaje propio del wayúu. Como se anotó arriba, en el momento en que los españoles introdujeron sus normas sociales y sus pensamientos llenos de demonios y de brujas, cambió el pensar del wayúu. Los españoles creían tener razón en todas las cosas y a los wayúu los percibían como creyentes de cosas inexistentes. Para dar un ejemplo, el wayúu cree en una planta de nombre alania que posee virtudes protectoras y conservadoras; al español no le cabía en la cabeza que un pedazo de vegetal pudiera poseer fuerzas protectoras y lo relacionó inmediatamente con brujería. En la actualidad se pueden seguir viendo esos cambios con más fuerza, ya no por la religión católica sino por otras sectas religiosas.

EL SIGNIFICADO DEL VOCABLO ALIJUNA DESDE LA SEMÁNTICA WAYÚU

Fue violento el trato que se le dio a los wayúu por parte de los españoles: los wayúu se atemorizaban cada vez que los veían venir por lo que avisaban a los demás de esta manera: jalia iseichi junai que significa cuidado ahí viene el tirador. Así gritaban para alertar a los demás de la presencia de quien llegaba disparando al indio wayúu. Esta expresión, que era un grito de advertencia por parte del indígena, con el tiempo se volvió un sustantivo, pasó a ser el nombre del español. Se dejó de pronunciar la [j], la [a], [iseichi] y la vocal [i] y quedó sintetizada en la exclamación de advertencia así: –alijuna- que hoy es el nombre para todo blanco que llegue a la Guajira. El indígena wayúu dice: “es un alijuna”, y para los investigadores es el vocablo que distingue al visitante blanco que según ellos significa extranjero. Si se detuvieran a estudiar la historia sobre el encuentro del español con el indígena wayúu, estoy seguro que se darían cuenta del verdadero significado, porque

alijuna no significa extranjero significa tirador que causa dolor. De esta manera se muestra cómo los nombres en wayúunaiki (lengua wayúu) tienen una relación con su significado.

Es importante resaltar que, según los viejos, ésta palabra o nombre, “el-que-causa-dolor”, se usa también para referirse a todo lo que el blanco posee o lo que ha llevado a la Guajira: alijuna es también la televisión, por ejemplo. Estos objetos alijuna han llevado a los jóvenes

wayúu a no respetar lo que es “ser wayúu”; ser wayúu es pensar como wayúu, es seguir respetando todos los valores culturales, es seguir respetando a los mayores, es sentarse en la madrugada y escuchar a los abuelos, es seguir respetando la palabra y hacerla cumplir porque todo lo que se dice se tiene que hacer. El hechizo alijuna ha encantado a los jóvenes wayúu y eso es lo que ha hecho que ellos dejen de pensar como wayúu. Los viejos dicen que eso es malo porque todo lo que es alijuna enseña a los jóvenes a no obedecer ni respetar a los abuelos; según ellos, los abuelos, el mundo sonoro alijuna es lo que ha hecho que estos jóvenes wayúu no dialoguen en la madrugada con ellos porque prefieren ir a las discotecas y levantarse a altas horas de la mañana; precisamente, eso es “no ser wayúu”, eso es “ser alijuna”. Así dicen los abuelos, con la mirada perdida entre la tristeza al saber que sus jóvenes están enviciados con el mundo de la escritura, de la copia y de la moda.

DESCRIPCIÓN DE LA LENGUA DESDE DEL PENSAR DE OCCIDENTE

Algunos de los análisis que se han hecho sobre los marcadores de género de la lengua wayúunaiki, intentan equipararlos a los marcadores de género de la lengua castellana. Agrupan lo femenino en un paquete y en otro lo masculino y nada más. No se han detenido a mirar cómo es que se comportan esos marcadores, o lo que han llamado los filósofos, la fuerza elocutiva o la intención del hablante al producir ese acto de habla con esos marcadores de género. “En el guajiro también se clasifican los sustantivos y los pronombres de acuerdo al género”, escribe Richard Mansen, lingüista del Instituto Lingüístico de Verano,4[4] pero esa apreciación no es exacta. Por ejemplo, en wayúunaiki, la palabra eitüsü significa llueve o está lloviendo. El sufijo -sü es sufijo marcador del género femenino; sin embargo, hay algo en lo que debemos detenernos. La lluvia es hombre, de acuerdo a narraciones mitológicas, y la tierra es mujer. Se preguntarán por qué se convierte en mujer. En wayúunaiki lluvia es juya, es él quien sabe los secretos del agua y cómo utilizarla para el sustento de la vida. No es que juya se haya cambiado de sexo, es que lo que está cayendo es agua que genera vida, fuerza, que hace revivir y reverdecer la vida sobre la tierra. El agua en forma de gotas cayendo del cielo, es el semen de juya para fecundar la tierra mm´a para que así pueda dar vida. La palabra eitüsü viene de la palabra eita que significa poner algo, colaborar con algo para un bien común o para un beneficio de todos. Eso es lo que está haciendo juya cuando deja caer agua en la tierra mm´a para que los wayúu aprovechen ese aporte para el bien de todos.



[1]1. Eduardo Barrera, “La rebelión guajira de 1979”, Revista Credencial Historia (Bogotá: 6, 1990).

[2] 2. Ibid.

[3] 3. Jaime Humberto Borja Gómez, Los indios medievales de fray Pedro de Aguado: construcción del idólatra y escritura de la historia en una crónica del siglo XVI (Bogotá: CEJA, ICANH, Universidad Iberoamericana, 2002).

[4] 4. Richard Mansen y Karis B. Mansen, Aprendamos guajiro. Gramática pedagógica de guajiro (Bogotá: Editorial Townsend, 1984), p. 45.

El ser Alijuna...

Por: Nhora Paulina Parra Ortiz

Universidad Nacional de Colombia

Departamento de lingüística

2009.

Desde el momento en el que un ser se forma en el vientre de su madre, hay todo un escenario en el que se mueve y poco a poco avanza en los caminos que se van tejiendo proporcionalmente a los pasos con los que los recorre. Parece que en la vida cada camino tiene su terreno pero a su lado hay muchos otros caminos que van formando grupos de tierras, y los seres conviven, se identifican y toda su vida los caracteriza el color de la tierra donde nacieron. Muchas veces me he preguntado si definitivamente sería mejor cambiar el color de mi tierra porque el blanco, por más que sea la suma de todos los colores, ha sido semantizado una y otra vez como el del poder, y si esto significa pasar por las tierras de otros colores y quererlas blanquear, entonces preferiría tiznar mi piel con la tierra de color, una tierra que se identifica con el sol, que cree y sabe el valor de cada sueño, que cuenta diferente y los números tienen historia.

Lastimosamente lo único que puede pasar es que mi tierra sea un blanco no invasivo, que sea un sendero en esencia blanco pero de fondos tolerantes al color, que respete la tonalidad de los demás y procure construir y nutrir las sendas nuevas. Por ahora, yo creería que la solución no está en cambiar el color de mi tierra, mi propio color, sino en ver cómo colorear a los demás, cómo devolver lo que algún día nuestros pies blancos nos impidieron ver, lo que nuestras pesadas botas decidieron dañar y los senderos mal hechos que les obligamos a tomar.

Aunque es muy difícil imaginar qué se siente ser tierra de tonos alterados, de extensiones robadas, identidad ultrajada, paz y libertad completamente violadas, creo que la tierra blanca debe entender a profundidad que nada ni nadie le da el derecho de creerse el conquistador, de auto asignarse el conocimiento único y verdadero; una vez esto sea interiorizado, más la cooperación y el respeto por la diferencia sean un principio en la interacción verbal tal vez el alijuna pueda y comience a reformar su forma de caminar, la carretera que toma, así como a incluir en su mapa de navegación el camino que está a su derecha, a su izquierda, arriba, abajo, etc., finalmente ¿de qué sirve tener y saber todo acerca de la técnica para navegar si nunca es puesta en práctica? Y, así no parezca ningún avance, el hecho de que cuestiones como estas ya estén penetrando los distintos ámbitos sociales del hombre blanco podría ser una buena señal del alcance que puede lograr mostrar el impacto cultural de la estupidez blanca en poblaciones como los wayuu, los palenqueros, la comunidad sorda, etc., quienes, desafortunadamente fueron epicentro de la prepotencia blancuzca que no se detenía a ver las maravillas del color sino quería pintarlo todo de blanco, por medio de la fuerza, metiéndose en las estructuras sociales y desprestigiando el tinte vendiendo un corrector color hueso que desplazaba poco a poco las tradiciones verbales y no verbales.

Así entonces, si el interés del alijuna por enmendar los errores cromáticos es un hecho, podría traspasarse a los wayuu, los que al ver que su color es respetado, intentarán recuperarlo poco a poco para reivindicar la identidad, avivar su color, su esencia y retomar su universo, el universo tal y como lo conocieron los abuelos, desempolvar la noche, preferir palabrero a novela en la televisión y así.

Pero es necesario que se dé la conciencia sobre lo blanco y el respeto por las tierras de otros colores, las diversas comunidades, las costumbres, y toda la cosmovisión que guarda magníficos secretos, está creada con magia y con los vientos del desierto, en este caso, creo que se sueña. Porque, por ejemplo, no habría nada mejor que resemantizar el término alijuna, y dotarlo de amistad, ayuda, respeto y tolerancia, reemplazando el dolor por cosas buenas, que nos hagan crecer como seres humanos; que poco a poco se vaya desapareciendo el grandísimo mal que los que se montaron en las bestias hicieron al destruirlo todo, al imponerse sobre los otros, y pensar que descubrir era torturar con pólvora, con trampas, con tantas y tantas faltas que cometieron en territorio indígena los españoles.

Alijuna es una palabra que refleja todo el dolor que caracteriza a los no indígenas (ó a los no wayuu ‘persona’→ a los no persona) por ser ellos quienes destruyen la vida, quienes matan para comer, que siempre buscan su propio beneficio sin importarles el de los demás. Una posible interpretación es el siguiente análisis morfológico:

A l i j u n a

Dolor ajuna → a. ‘encima de algo’→ b. ‘disparador’

Junai → Jalia isechi junai

cuidado ahí viene el disparador’: Así era como se alertaba sobre la venida de un blanco que venía a causar dolor.

De este modo es más claro determinar toda la carga de dolor, muerte, sufrimiento con una carga histórica de acuerdo a las hipótesis que tiene la forma de designar a aquellos que simplemente dañan el mundo y la realidad tal y como la conocían los wayuu. También es alijuna aquel que olvida ser persona, que cambia su esencia por cosas blancas y vanas, y que no buscan resistir las tentaciones del mundo blanco para luego mejorar la vida de su gente, para restaurar y promover su lengua, dejarle ver a los niños, a los muchachos que lo que ellos son, donde nacen, cómo hablan, las costumbres, su familia es algo tan maravilloso que no vale la pena dejarlo, que nada cambia la magia de la Guajira por el frío de las calles bogotanas, o de otras capitales, que estos lugares son sitios de perdición donde el sistema no deja ni siquiera un pequeño espacio para los sueños, para el enamoramiento en la noche, para las historias sobre nuestro origen, sino que llena la cabeza de malas palabras, de rencor, odio y es muy difícil, aunque no imposible, encontrar paz. Es por esto que muchos jóvenes pierden el amor por su tierra, por su color y buscan huir para tierras blancas porque la tentación citadina los atrapa, los bailes sin sentido los hipnotizan y la tecnología los abruma.

La tierra blanca los seduce y les tapa sus oídos, los oídos con los que escuchan la palabra, el consejo, la magia del palabrero, los obliga a dejar e irrespetar su tradición, renunciar a soñar, olvidar la naturaleza, y entonces, todo el ruido de las ciudades los ensordece y el conocimiento de las generaciones ya no se puede oír, ya no hay un recipiente donde guardar el conocimiento para preservarlo, ahora sólo hay un ser muy bien vestido que se acopla paulatinamente a tierras extranjeras, ya no hay madre a la que escuchar, ni principio que recordar, o espíritus que escuchar, simplemente una lengua que aprender para que desplace el wayuunaiki, comida dañina por probar, buses para dejarse contaminar, entre otras cosas. También los viste, les dota de pantalones, tapa su cuerpo, la extensión de su vida, niega que estamos hechos de piel y que el sol es magia que debe caer en nuestros hombros, prohíbe que el cuerpo sea visto excusándose en el frío, y con cientos de telas proponen cubrirse tal vez para dar la impresión que en estas tierras en nadie se puede confiar y cada quien debe vivir su vida, sin convivir con los demás, les vende una vida individualista donde la regla es: “primero yo, segundo yo y luego los demás”.

Finalmente, el corazón le va cambiando, y se va mudando el tono de su tierra, ya no hay tierra morena donde sembrar para luego cosechar y vivir en paz, sino que hay manchas blancas que crecen y crecen con el tiempo, que borran los rastros de la familia, de la tierra, de la vida, de la luna, de la noche, del saber wayuu y el ser persona, esto es vivir sin amor por la tierra, negándose lo que uno en esencia es, y por lo tanto estar perdido en un mundo de edificios, millones de carros, comida con químicos, infidelidades, amores por interés, infinitos silencios, en definitiva: un sistema que nos carcome cuando no interiorizamos el color de nuestra tierra ni convivimos con los demás territorios.

FLAMENCO Y MAR poemas del alma.

BICENTENARIO DE LA MASACRE DE LOS INDIGENAS


En cada país del continente los criollos celebran el grito de la paz, según ellos, y no nosotros los indígenas que celebramos?